La Cofradía del Santísimo y la Minerva en Sepúlveda

No nos consta la fecha del nacimiento de la Cofradía del Santísimo de Sepúlveda. La referencia más antigua es la fundación que para ella hizo el año 1514, Juan Sanz de la Curandera, en la parroquia de San Esteban, anualmente y a perpetuidad, de una letanía, cinco misas rezadas y una cantada el viernes de la octava del Corpus.

Las primeras ordenanzas son de 1615. En ella se habla de la minerva, pero no en un apartado ad hoc, siendo ese detalle una señal de lo consuetudinaria que ya se había hecho: “Iten ordenaron que si algún clérigo, siendo avisado por su abad, el día que ha de decir la misa de la minerva, dejare de acudir a decirla por irse fuera del lugar o a otra ocupación, y no diere persona que supla por él, a su cuenta se busque quién la diga, y sea castigado en un cuarterón de cera para el Santísimo Sacramento. Iten ordenaron que ningún clérigo pueda encomendar la dicha misa la vez que le tocare decirla, si no fuere con ocasión de ausencia, indisposición o por estar ocupado con semana en la iglesia donde fuere cura o beneficiado, so la dicha pena. Iten ordenaron que el dicho abad de los clérigos tome memoria de las misas que se van diciendo cada mes en la dicha iglesia de Señor San Salvador, y las reparta entre los hermanos clérigos de la dicha Hermandad por su antigüedad, cada domingo uno, con el cual se vistan otros dos, los que el dicho abad nombrare pudiendo hacerse cómodamente, la cual misa se ha de decir después de la misa parroquial por la intención de la santa hermandad. [...] Iten ordenaron que, además de las dichas doce hachas, haya otras dos situadas para el acompañamiento del Santísimo Sacramento en la procesión que se hace cada mes al derredor de la iglesia de Señor San Salvador, donde esta Hermandad está fundada como dicho es, y asímismo saquen el pendón de la Hermandad”.

En una Memoria de las costumbres de la Cofradía, datada el 25 de mayo de 1864, sin que después haya habido mucha variación, leemos : “En el tercer domingo de cada mes se celebra en la iglesia del Salvador una minerva, con manifiesto y diáconos, y después de misa hay procesión alrededor del pórtico con el Señor Sacramentado, a la que tienen que asistir todos los individuos, y en particular el señor alcalde o abad para tomar la vara que tendrá durante toda ella, y los dos contadores más modernos con varas y hachas encendidas durante la misa y procesión, y para ésta toman los hermanos que asistan a ellas las demás hachas que tiene la Hermandad, y uno de los mayordomos el pendón, entrando después el que de éstos tenga a su cargo este pago en la sacristía con los diez y seis reales que se abonan por cada una para el celebrante y ministros”.

En ninguno de estos dos textos se menciona el tambor. Éste, más bien un bombo, sigue siendo emblemático en las minervas de esta cofradía. Curiosamente, el 11 de mayo de 1878, la Congregación de Ritos le permitió en las procesiones eucarísticas, pero solamente durante su recorrido fuera de la iglesia. En un encuentro entre las cofradías de Sepùlveda y Barbastro, fue permitido dentro de su catedral, estando presente el obispo Juan-José Omella Omella. En Sepúlveda se le cita en 1690, y en el acuerdo, tomado el día de la octava del Corpus de 1720, de dar medio real al casero de la cofradía, que era quien en la procesión de la minerva le tocaba: en 1625 hubo en ella tres trompeteros.

Durante la procesión, un turiferario arrodillado incensa varias veces al Santísimo que para ello se detiene. En 1787, el alcalde mayor, Mateo-Antonio Barberi, se preocupó de que siempre fuera un eclesiástico, pagándole de su bolsillo. Una vez arrebató el incensario a un zapatero llamado Botas, haciéndolo él mismo. ¡Eran otros tiempos! También se cuidó de que no se quedara la iglesia sin veladores a la hora de la siesta, habiendo un eclesiástico y seglares de la gente principal.

La procesión por el atrio del Salvador, dada la elevada situación de éste, es un atractivo para los visitantes. El escritor sepulvedano Francisco de Cossío, en su artículo Misa de minerva, escribía que “quizá en ninguna parte podamos ver una iglesia fundida en un paisaje como en ésta maravilla románica, batida por el aire y casi calcinada por el sol, vigilante perpetuo de lo cotidiano y también una memoria viva de lo remoto”, y se pregunta: “Aquí, en este lugar, en este recinto, sobre esta piedra, ¿cuántas veces ha redoblado este enorme tambor ante la Custodia? ¿Dónde estarán los labios que se acercaron a estas jarras de vino y las manos que aprisionaron estas varas de plata?”. Un médico humanista, Mario Esteban de Antonio, en La minerva, versificó la conversión de “la iglesia y el atrio” en “dos hileras de velas encendidas palpitando plegarias junto al palio” y “el pueblo bendecido” en “oración humilde, hincando en tierra sus rodillas”. Hasta que “las almas- mucho más limpias- entran a paso lento por el arco del Salvador con las velas en sus manos, apagadas por el viento”. El viajero José-Antonio Labordeta, de paso en la villa, se hizo hermano de la Cofradía y describió la minerva y el ambiente de la Casa del Señor en los días concurridos, en su libro Un país en la mochila.

El jueves de la Ascensión la Cofradía hacía cantar en El Salvador la nona, una hora canónica que se cantaba muy raramente fuera de los monasterios y los cabildos capitulares y colegiales.

Junto a las manifestaciones exteriores, la vela del Santísimo estaba también muy cuidada en las cofradías sacramentales. En la de Sepúlveda, se mantiene durante la octava del Corpus, mientras está expuesto aquél, entre la misa y el rezo del rosario que ha sustituido a las antiguas vísperas o completas, y la reserva. Dos hermanos se turnan en ella cada media hora. En 1625 se acordó que “Simón Sanz traiga dos cargas de lámpara para el Santísimo Sacramento, y yazca Pedro Bermejo en la iglesia los días que el Santísimo estuviere descubierto”. Es la primera referencia que nos ha llegado de esta vela.

Una prueba de la relevancia de esta cofradía y la casa de su sede en la edad contemporánea es que en las elecciones se tomaba como punto de referencia para deslindar los distritos de la villa. Y ante una amenaza de cólera a fines del siglo XIX se pensó en ella  como hospital improvisado de refuerzo.

Un dato curioso de la historia contemporánea es la orden de excepción al racionamiento que la Cofradía consiguió, el 23 de agosto de 1941, de suministro de veinte quilos de harina y otros tantos litros de aceite, para las colaciones y alumbrado de la hermandad.

Cofradía del Santísimo Sacramento. C/ Corpus, 13. 40300 SEPÚLVEDA (Segovia). info@minervaensepulveda.org

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